Florencia Laura Diez

Florencia Foto de marzo de 2003


El Arzobispado de Buenos Aires nos hizo llegar sus condolencias y al mismo tiempo nos participa a todos para que podamos concurrir a la Misa que se celebrará en la Catedral Metropolitana el día 30 de enero de 2005, a las 11 de la mañana. 

La familia de Florencia va a concurrir. Les dejo copia de la invitación para que puedan verla. Muchas gracias a todos.

Homilía del Sr. Arzobispo pronunciada en la Catedral Metropolitana cumplirse el primer mes de los acontecimientos.

"Yo dejaré en medio de ti a un pueblo pobre y humilde que se refugiará en el nombre del Señor" (Sof. 3:12) Así suena la promesa de Dios a su pueblo en momentos de mucha dificultad y prueba. Lo acabamos de escuchar. No le promete ni riqueza, ni poder; pero sí el cuidado y la seguridad más grande que se puedan encontrar: "se refugiará en el nombre del Señor". Le promete su intimidad, su calidez de Padre, su acogida llena de ternura y comprensión.

Y hoy nosotros venimos a pedir esto. Nuestro dolor, desde hace un mes, es muy grande; un dolor que no se puede expresar con palabras; un dolor que abofeteó a nuestra ciudad, que golpeo a hogares enteros. Venimos a encontrar refugio en el nombre del Señor. Pedimos su caricia amorosa de Padre.

No somos importantes "ni poderosos ni nobles" como escuchamos decir recién a San Pablo, pero queremos ser el pueblo del Señor; queremos que nuestra fuerza sea su mirada bondadosa y, en nuestro dolor, venimos a buscar al Señor, según nos lo pide el profeta en la primera lectura: "Busquen al Señor, ustedes, todos los humildes de la tierra" (Sof. 2:3). Le contamos al Señor lo que nos ha sucedido. Le decimos que no somos poderosos ni ricos, ni importantes; pero que sufrimos mucho. Le pedimos que nos consuele y no nos abandone porque queremos ser ese "pueblo pobre y humilde que se refugia en el nombre del Señor" (Sof. 3:12). Le pedimos que nos mire mucho porque queremos seguir caminando y queremos seguir luchando.

Nos apoyamos en su promesa: "Felices los afligidos, porque serán consolados" (Mt. 5:5). Le pedimos su consuelo, que no es una especie de resignación pasiva sino la caricia del Padre que nos levanta y nos vuelve a poner en camino con la mirada en Su Rostro que es misericordioso y que hace justicia. Sí, escuchamos recién su palabra: "Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados" (Mt. 5:6) Por eso también le pedimos justicia. Le pedimos que su pueblo humilde no sea burlado por ninguna astucia mundana; que su mano poderosa ponga las cosas en su sitio y haga justicia. La llaga es dolorosa. Nadie tiene el derecho de experimentar con los niños y con los jóvenes. Son la esperanza de un pueblo y los debemos cuidar con decisión responsable.

Y así, afligidos y unidos, pobres y humildes, hoy oramos juntos. Que nuestra oración atraiga la mirada de nuestro Padre Dios. Que nuestra oración sea escuchada para el descanso eterno de tantas vidas jóvenes arrancadas por la irresponsabilidad. Que nuestra oración traiga consuelo a las familias que sufren. Que nuestra oración siga fortaleciendo a tantos hombres y mujeres que se desvivieron en esta calamidad: enfermeras, enfermeros, médicos, voluntarios, bomberos.... Que nuestra oración sacuda y despierte a ésta nuestra ciudad dolida para que no ponga su esperanza en los poderosos sino en el Señor y entienda que con los niños y los jóvenes no se experimenta. Que el Señor nos lleve de su mano y la Virgen Santa nos cuide.

Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.

Buenos Aires, 30 de enero de 2005

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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